ON SON ELS MEUS COMPANYS INDEPENDENTISTES?

Començaré clar i català: sóc independentista i partidari del SÍ.

Ara bé, no m’agrada que em diguin burro i quan les coses no están bé, no ho están sigui qui sigui qui las faci. El que no accepto en els altres, tampoc ho puc acceptar si son els meus els que ho fan, només perquè son dels meus.

Hem arribat a un punt de bogeria. Aquesta consulta no tindrà cap garantia. Tots ho sabem, malgrat que no ho volem sentir, malgrat que els nostres dirigents diguin el contrari; i ens pot passar com als del brèxit: que van votar sense conèixer les conseqüències i després se’n van penedir quan ja no hi havia marxa enrere. I no tenir marxa enrere és molt més perillòs del que imaginem, perquè sense aquesta no hi ha possibilitat de rectificació en cas d’equivocació. I no admetre que ens podem equivocar és d’una prepotència total,  amb la que no m’identifico gaire.

Ens demanaran que paguem els impostos dues vegades i, si no ho fem, els uns o els altres ens embargaran els nostres bens i contes corrents; amb l’independència unilateral, ens costaria vendre els nostres productes fóra de Catalunya,  doncs sortiríem d’Europa automàticament i, per tant, deixaríem de rebre subvencions i ajudes; i milers de famílies es moririen literalment de gana, sobre tot els ramaders i agricultors que es mantenen gràcies a les subvencions europees.

Us penseu que un ramader català o espanyol o francès que visqui a Sudamèrica rep subvencions europees, encara que sigui “europeu” (per ser català, espanyol o francès)? El mateix ens pasaria a nosaltres: mentre Catalunya no pertanyi a la UE com Estat, els catalans no rebrem cap ajuda o subvenció europea, per molt que ens vulguin enganyar (els meus propis dirigents, això és el que més m’engresca i, a la vegada, el que em fa més por) dient-nos que «mantindríem la nacionalitat espanyola» i que, per tant, «seguiríem sent europeus». Torno al exemple dels espanyols (europeus) que viuen a Amèrica (o a la Xina, me’s igual: quines ajudes reben?). A més, qui la vol, la nacionalitat espanyola? Quina hipocresia! Volem sortir, però aprofitar-nos-en de les seves avantatges? Jo no, us ho asseguro.

Ens volen enganyar com si fóssim idiotes i cegs. En Rajoy ha estat una màquina de crear independentistes, i no vull ara que els nostres dirigents es carreguin el nostre seny tradicional i històric, amb conductes vergonyoses. Per aquesta via, no. No s’hi val tot.

La democràcia i l’estat de Dret -el que volem pel nostre país- està per sobre de l’independència. Com farem respectar les lleis a qui no les acompleixi, quan nosaltres hem sigut els primers en no acomplir-les quan no ens han permès arribar allà on volíem? Què farem d’aqui cinc, deu o vint anys si qualsevol territori (per exemple, Barcelona, Lleida o la Vall d’Aran) vol sortir de Catalunya sense respectar les lleis catalanes i perque així ho decideixen unilateralment els seus ciutadans?

Democràcia és votar, sí; però també moltes més coses que votar.

Fent les coses d’aquesta manera, ningú no ens reconeixerà com a Estat independent, que és el que volem. Tots els dirigents europeus així ho han manifestat amb absoluta claredat, i afora d’Europa no seríem res (no ens deixem enganyar).

Fem les coses bé, respectem l’estat de dret pel qual tant hem lluitat durant anys i anys. Carreguem-nos en Rajoy, però no l’estat de dret i els seus pilars. No us deixeu portar només pel sentiment i la rauxa, penseu què serà de tots nosaltres si això segueix endavant…

EL CHORIZO IBÉRICO

 

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Hace unos años, bastantes, un artículo titulado “El chorizo ibérico”, tendería a despertar la curiosidad de los aficionados al buen comer y, más en especial, a este exquisito producto nacional del que me declaro un apasionado. Hoy en día, en cambio, mucho me temo que no serán pocos los que, ante ese mismo título, ya no les vendrá  a la mente, como primera opción, el aroma del rico embutido, sino más bien esperarán encontrar en sus líneas algún nuevo episodio de nuestro cotidiano mangoneo político. Y es que, verdaderamente, hoy en día a nadie sorprende la aparición de una nueva noticia sobre corrupción política; sino que, cuando sale a la luz, la curiosidad nos invade sólo para saber a quién le ha tocado, a quién han pillado esta vez.

Lo último en la materia ha sido la llamada “Operación púnica”, en la que, en esta ocasión, le ha caído la china mayoritariamente a politicuchos del PP, a quienes han trincado por los presuntos delitos de casi siempre: poner la mano a cambio de una concesión (cohecho, para los puristas) o, dicho de forma más genérica, permitir irregularidades a favor de quien te ha untado debidamente.

Pero yo ahora no quiero hablar de los chorizos, para lo que necesitaría una obra con varios volúmenes, sino de la fábrica de la que salen. Todos ellos. Eso sí, con diferentes etiquetas: en España, pese a haber muchas más, destacan por encima de todas las marcas Chorizos pepero”, “El puño y la rosa”, “Amics de can Pujol” y “Hermanos Rojo” (cooperativa).

Todos los chorizos proceden de una misma fábrica o, si se prefiere, de diferentes fábricas de una misma cadena. Pero no salen de las fábricas ya listos para ser consumidos, no. Antes han de dejarse curar, madurar; requieren de un proceso de post-producción antes de estar listos para el consumo. Y no lo estarán hasta que no estén en disposición de ser considerados uno de los platos principales de la mesa, es decir, cuando adquieren poder. Es entonces, cuando tienen poder, cuando alcanzan su punto óptimo de sabor y están listos para ser degustados por los invitados al festín, por lo general empresarios sin escrúpulos (que, por supuesto, habían salido de la misma fábrica que los anteriores, aunque con distinta etiqueta); invitados que – condición indispensable – antes de atacar el chorizo, habrán primero de sazonarlo (untarlo) bien para conseguir que esté en su punto ideal. Claro que una vez engullido, el chorizo español, curiosamente no fenece en el proceso digestivo de su homónimo empresario, sino que por algún misterio todavía por resolver reaparece en la mesa a la hora del postre, pero no ya como vianda, sino ahora en forma de comensal, para participar junto a todos los demás en el reparto del pastel.

Pero como he dicho, esto no ocurre hasta que el chorizo, tras una estancia más o menos larga (depende de los casos) en la cámara de curación, en la que debe manifestar su fidelidad incondicional a la marca, se ha ganado el derecho a ser el plato principal del ágape, es decir, hasta que ha tenido poder. Hasta entonces, maniatado por su condición de secundario, su papel desde que sale de la fábrica es bien distinto: es el de criticar cruel e indiscriminadamente a sus congéneres choriciles de la marca de la competencia que sí han llegado ya a ser plato principal.

Es opinión generalizada que, entre todos los chorizos, el ibérico se lleva la palma. El chorizo ibérico, al igual que su homónimo el embutido, está como mínimo al mismo nivel que el mejor de los chorizos del mundo entero. Pero quizás, por su descaro, pueda hacer incluso hasta algo de gracia frente a un chorizo más disimulado, más desapercibido. El nuestro es un chorizo de pueblo, no de haute cuisine. Nuestro chorizo puede estar tragándose una caravana en una carretera de Sevilla y, como es el hermano del vice-presidente del gobierno, pues puede desviarse un poco para ir a una base militar y coger allí un Mirage del ejército del aire para que lo lleve a Madrid sin agobios; y tranquilos que no pasa nada, que aquí manda mi hermano. A nuestro chorizo se le puede decir en el Parlament de Catalunya que su problema es el “tres per cent”, y tranquilos, que ni me ruborizo, que aquí mando yo y como si no me hubieran dicho nada. O puede permitirse el lujo de comparecer ante el propio Parlament y soltar a sus anchas que “cuidado porque si vas segando una parte de una rama, al final cae toda la rama y los nidos que hay en ella, y después caen todas las demás ramas”. Claro que sí, ¡con dos cojones! Nuestro chorizo – y sus amiguetes – pueden estar de mierda hasta el cuello, que tranquilos, que no pasa nada, que para eso mandamos nosotros y somos como Eliot Ness: intocables. Nuestro chorizo se cree que puede afanar a discreción de los fondos reservados del Estado, porque para algo soy quien soy. Como se lo creyó también – intocable – el amigo Bárcenas; o el yerno de nuestro anterior Rey, por el simple hecho de serlo, y a quien deberían haberle dado, en lugar del ducado de Palma, el de Cantimpalos. O, una vez más, nuestro ex President, el Molt Honorable, que con suma habilidad supo proyectarse durante años como la imagen perfecta del bon català, como la representación del catalán trabajador, cercano, afable y honesto, mientras iba amasando una fortuna de forma ilegal e iba colocando uno a uno a todos y cada uno de sus ocho vástagos en puestos que, de forma directa o indirecta, cobraran de la Administración Pública. Otro chorizo artesanal.

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Por otro lado, están las características de nuestro chorizo, el ibérico, el de pueblo: se caracteriza por la ausencia total y absoluta de vergüenza, por negar su culpabilidad hasta el último suspiro, incluso cuando ya ha ingresado en prisión tras una primera sentencia condenatoria, una segunda en apelación y una tercera dictada por el Tribunal Supremo. Todos estos tribunales están siempre equivocados, pues el chorizo es siempre inocente. Se caracteriza también por su aversión a la dimisión y a la asunción de responsabilidades. Por ofenderse sobremanera ante insinuaciones o acusaciones de corrupción hacia su persona. Por incurrir, con cargo a terceros (generalmente, el erario público) en gastos suntuosos en los que desde luego no incurriría si tuviera que costeárselos él mismo de su propio bolsillo: restaurantes de lujo y engullir a destajo en ellos caviar, marisco y champagne, como si se tratara de lentejas y agua con gas; hoteles de lujo, viajes en 1ª clase, dietas, etc. Se caracteriza también, en la medida que el montante de lo mangoneado lo aconseje,  por tener a buen recaudo su botín en paraísos fiscales, fuera del alcance de las garras del fisco español. Y cómo no, también se caracteriza por ser el primero en exigir a los demás seriedad y responsabilidad en el ejercicio de los cargos públicos, y en pedir la lapidación política del desgraciado de turno al que hayan pillado, si éste pertenece a un partido distinto; pero jamás – eso bajo ningún concepto – adoptará la misma postura si el chorizo cazado pertenece a su propia marca: la presunción de inocencia se predica exclusivamente para los colegas de partido; para los demás, lo que procede es la dimisión inmediata, la depuración de responsabilidades de todo tipo y la proclamación del hecho como “escándalo y vergüenza nacional”.

Pero ojo que el crecimiento y la proliferación de los chorizos a lo largo de nuestra geografía se debe, en buena medida, a nuestra propia cobardía, a nuestro “temor reverencial”. Se debe a que no hay huevos para enfrentarse a quien nos da de comer, a que no hemos sido un David capaz de plantar cara a Goliat. Si se nos “insinúa” que estaría muy bien que las plantas para la T1 del aeropuerto de El Prat se compraran a la empresa de la esposa de Pujol, pues ya no se nos ocurre pedir un presupuesto alternativo a otra empresa, no sea que me vayan a denegar las licencias y los permisos y se los vayan a dar a otros. No se nos vayan a enfadar, tengámoslos contentos. Si se “recomienda” que el césped del Camp Nou lo coloque esa misma empresa, pues adelante, la “recomendación” se torna imperativa por venir de donde viene, se coloca el césped en cuestión y punto pelota (nunca mejor dicho); aunque luego, al cabo de tan sólo un año, haya que levantarlo todo y reponerlo porque ha sido una auténtico churro (y por supuesto, que no se nos ocurra reclamar o pedir indemnización alguna). Y ejemplos como estos, mil. Y lo que menos me importa, a mí al menos, es la marca del chorizo en cada caso. Me importa un bledo si el chorizo se sirve en la mesa de los ERE en Andalucía, en la mesa del Sr. Bárcenas, en la del Sr. Pujol o en la de Perico de los palotes. El chorizo apesta en todas las mesas.

Ya lo dijo Victoria Beckham: “España huele a ajo”. Y es que en España podemos encontrar un chorizo en cada esquina. Eso sí: de primerísima calidad.

Gracias por la acogida

Simplemente quería agradeceros a tod@s la tremenda acogida que ha tenido mi primer artículo («Soy Facha») en este blog. ¡En 3 días de vida ya lleva más de 12.500 visitas! Si bien he publicado y contestado todos y cada uno de vuestros comentarios (incluso los que me insultaban), he de deciros que, si bien en lo sucesivo seguiré publicándolos todos (salvo los que utilicen insultos y contengan graves faltas de respeto), no sé si podré seguir contestándolos también, aunque lo intentaré. No os lo puedo garantizar, por motivos evidentes de tiempo. No esperaba este éxito, ni tantos comentarios (que no os imagináis cómo agradezco) y el día sólo tiene 24 h… A continuación, os dejo mi nuevo artículo, titulado «El 9-N». Espero que os guste. Saludos.

Mr. Hulot

EL 9-N

Presidente Mas

Pues no va a haber referéndum el 9-N. A pesar de todos los esfuerzos realizados para que se pudiera celebrar, no va a poder ser. Afortunadamente, los cimientos del Estado de Derecho han sido lo suficientemente sólidos como para superar el terremoto. Y conste que utilizo el adverbio «afortunadamente» referido, no a que no se haya celebrado el referéndum, sino a que se haya respetado la legalidad vigente. Podría estar a favor de un referéndum sobre la independencia de Cataluña convocado al amparo de la ley, lo que implicaría primero dialogar y negociar entre las partes (quién podría y no podría votar, a partir de qué edad, cuál sería la pregunta, unidad territorial afectada, etc.), luego modificar la ley o crear una nueva que diera amparo legal a los acuerdos alcanzados y, finalmente, convocar y votar. Seguramente estaría a favor, no porque a mí me gustara, pero sí porque es evidente que gran parte de la población catalana está a favor de una consulta al respecto. Por eso entiendo que se debería celebrar. Pero siempre al amparo de la ley. Por cierto, que me he referido a lo de la «unidad territorial afectada» porque en todo este convulso proceso me ha llamado la atención que nadie en el bloque catalanista-independentista se haya referido a la independencia de los països catalans; los cuales, al menos no hace muchos años atrás, comprendían también la Cataluña francesa y también (para algunos) el antiguo reino deValencia y de Mallorca. Me parece que nadie ha alzado la voz para pedir a Francia la independencia del Rosselló y su anexión al territorio catalán cuya independencia se pretende. Sería interesante ver la respuesta del Gobierno francés y su presumible actitud opresora y contraria a la voluntad de un pueblo…

Pero volviendo al tema, hablar de negociación, cambios de leyes y demás, es hablar de futuro. Lo que nos vamos a encontrar de forma inmediata es la llegada del 9-N. Y ahora parece que el Sr. Mas pretende celebrar una especie de consulta ciudadana para solapar con ella el referéndum que no se va a celebrar. Esto ha determinado que algunos de sus compañeros de viaje, con buen criterio (por coherencia) a mi entender, le abandonen y no quieran participar en esta alternativa que propone. Se unieron a él por su firme promesa, repetida en tantas y tantas ocasiones, de que se iba a celebrar la consulta, la que se preveía en la reciente Llei de consultes. No esta consulta alternativa que ahora se saca de la manga. El Sr. Mas no ha cumplido lo que prometió. Ni más, ni menos. Y si alguien me dice que no lo ha cumplido porque «no le han dejado», no me sirve: el Sr. Mas, cuando prometió lo que prometió, ya sabía perfectamente las medidas que adoptaría el Gobierno central. Y aún así, hizo su promesa. Si tiró un órdago, ahora que asuma sus consecuencias. En este sentido, me parecen mucho más coherentes y me merecen mucho mayor respeto los representantes de la CUP, que declaran en el Parlament que no reconocen la autoridad del TC y que no reconocen la autoridad del Gobierno de España en Cataluña y que su objetivo es la declaración unilateral de independencia. Evidentemente, no participo de sus ideas; pero me gusta que vayan de cara y llamen a las cosas por su nombre, que no se escondan de nada y que no jueguen a la puta i la Ramoneta.

¿Qué va a pasar el 9-N? Yo, desde luego, no soy adivino. Pero imagino que, de una forma o de otra, habrá urnas y votación. Y saldrá un porcentaje extraordinariamente favorable a la independencia, entre los que hayan votado. Otra cosa será la participación. No me imagino a los no partidarios de la independencia yendo a votar a una consulta/referéndum/elecciones sin valor jurídico alguno. No creo que lo hagan, no creo que se movilicen. Sí creo que lo harán, y en forma masiva, los partidarios de la independencia. Pero luego está la valoración del resultado: aquí imagino que ocurrirá como ocurre tantas veces en muchas elecciones, que todos habrán ganado. Los partidarios de la independencia por la abrumadora mayoría que conseguirán; y los no partidarios porque se escudarán en la pobre participación y en las escasas garantías del proceso.

Y viniendo esto a colación, es cierto que no es lo mismo un proceso electoral en el que en todas y cada una de las mesas electorales existe representación de las diferentes fuerzas políticas en litigio (apoderados de los partidos), que velan por la escrupulosidad en el recuento de votos, y que supone una garantía del resultado final; que unas mesas «electorales» en las que me temo que sólo habrá voluntarios partidarios de la independencia, a cuyo cargo quedará el recuento de votos, y la determinación así, de los que son nulos, por ejemplo. Ya ha anunciado el Sr. Mas la movilización de 20.000 voluntarios al efecto. No está mal. Y también la presencia de observadores internacionales que garanticen que la votación se ha llevado conforme a las reglas democráticas. Y yo me pregunto: ¿Habrá también 20.000? ¿Habrá uno en cada mesa?

Otra posibilidad (que ya ha apuntado hoy el Ministro de Justicia, Sr. Catalá) es que el Gobierno central también impugne esta consulta alternativa; con lo cual podría darse también el caso de que fuera finalmente prohibida. Y este escenario sería el que menos podría agradarme, porque me temo, y ojalá me equivocara, que se produciría un cierto grado de desobediencia civil y ello desencadenaría en episodios de violencia. Violencia que, tristemente, sería interpretada luego por algunos en el sentido de que las fuerzas del orden no habrían actuado en cumplimiento de su deber, en virtud de las órdenes recibidas por sus superiores,  y en defensa de la legalidad; sino que lo habrían hecho en el más puro ejemplo de la represión contra la voluntad de un pueblo al que no dejan que se manifieste.

En fin, esperemos acontecimientos y que, pase lo que pase, se produzca de forma pacífica.

Mr. Hulot

SOY FACHA

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Hola a tod@s. Como hacía tiempo que mi catalán cuerpo me lo estaba pidiendo, ayer al fin decidí escribir un artículo determinado. Cuando lo iba a publicar en mi blog personal (cuyos contenidos no tienen nada que ver con el artículo en cuestión), pensé que sería mejor crear un nuevo blog para publicar en él artículos de opinión, diferenciando así unos contenidos de otros.

Así pues, inicio mi andadura en este blog con una declaración personal que no me gusta nada, que considero peyorativa e insultante y que, sin embargo, parece ser que me identifica a la perfección, según el parecer que percibo en el ambiente. Y es que fíjate tú que resulta que soy facha. Y yo sin saberlo. Yo que, ingenuo de mí, pensaba todo lo contrario: pensaba que era liberal, tolerante y, sobre todo, respetuoso con los demás. Pero al parecer estaba equivocado, y así me lo han hecho ver. Pues eso, que soy facha, y lo soy por muchos y diversos motivos. Soy facha porque no soy partidario del llamado “derecho a decidir”,  que lo considero más un eufemismo que otra cosa, pues no existía como tal en el largo listado de “derechos” que yo estudié en la carrera. Soy facha porque me siento catalán y español en igual proporción;  porque entiendo que a ningún pueblo, ni al español ni a ningún otro, se le puede recortar una parte de su territorio sin que su opinión se tenga en cuenta. Soy facha porque entiendo que una consulta o referéndum sobre la independencia de Cataluña debería ser votada por el conjunto de los españoles, y no sólo por los catalanes. Y también porque me da la impresión que la artimaña de que sólo éstos voten, y además, a partir de los 16 años de edad, encuentra su razón de ser en una previa política de adoctrinamiento cultural infligido en las escuelas catalanas gracias a las competencias en materia de educación cedidas por el gobierno español. Y porque el hecho de no querer dejar votar a los catalanes no residentes en Cataluña me huele mal, como si temieran que los no residentes pudieran no tener el coco lo suficientemente comido por los medios de comunicación públicos catalanes como para asegurarse su voto favorable a la independencia.

Soy facha porque opino que es una falacia decir que no dejar votar es contrario a la democracia; porque no creo que deba decidirse en referéndum, por ejemplo, si se instaura o no la pena de muerte en España, a pesar de que exista un importante movimiento favorable al respecto (el 36,5% de los jóvenes españoles entre 15 y 29 años se declara a favor de la pena de muerte, según el Informe Juventud en España 2008); o que se instaure sólo para los delitos de terrorismo (el 51% de los españoles, a favor; ojo: no el 5 ó el 10… ¡el 51%!). Para estas cuestiones, a mi entender, ya están (afortunadamente) la Constitución y los partidos políticos, como representantes de los ciudadanos, en la proporción que determinan en cada caso las urnas. No me vale el “votar es democracia y no dejar votar es opresión y contrario a la democracia”. Decir esto atenta a mi humilde inteligencia. Demagogia y populismo fácil y barato. Perfecto para la masa borreguil.

Soy facha porque también me repulsa la frase utilizada de forma partidista “la voluntad de un pueblo no se puede parar”. ¿Y la voluntad de un municipio? ¿Qué pasaría si el 90% de los habitantes de un municipio manifestaran su “voluntad” –como unidad con identidad unívoca – de no pagar impuestos, no reconocer las instituciones públicas o de independizarse de su comarca, región, CC.AA. o estado? ¿Se podría parar esta “voluntad” aplastantemente mayoritaria? ¿Se les permitiría decidir unilateralmente conforme a su voluntad?

Soy facha (ah, y por supuesto, menos catalán que otros o “catalán de segunda”) porque considero que la CCMA (Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals), con TV3 y Catalunya-Radio a la cabeza, son a la independencia lo mismo que Tomás Roncero al Real Madrid, o el Grupo Intereconomía a los ataques al partido socialista. Porque parecen medios yihadistas, que no conceden espacio alguno a la oposición (más que el mínimo estrictamente necesario para poder defenderse de una crítica como la mía). Porque pienso que es una vergüenza y pienso que su postura ante una política igual por parte de cualquier medio, que apoyara descaradamente a un partido o gobierno cualquiera – en especial al PP – sería la de la crítica incondicional e incluso la mofa y el escarnio. Fijémonos en las opiniones que les merecen los diarios “ABC”, “El Mundo” o la cadena “Telemadrid”. Soy facha (y claro, menos catalán), pues, porque pienso que lo que hace la CCMA es propio de un régimen totalitario, rollo Venezuela, Bolivia o Cuba. No veo diferencia, como tampoco la veo con otros medios españoles. Soy facha, así, porque me quejo de no ver al “ABC” dar caña de la buena en el “caso Bárcenas”, ni tampoco a TV3 criticar y fiscalizar a “los suyos”.

Soy facha porque, a mi entender, la política de confrontación Cataluña-España, desarrollada en los últimos años de forma machacona e incuestionable por la Generalitat y, en mayor medida, por los medios catalanes, ha impulsado más el enfrentamiento y el odio que no la confraternidad y la convivencia entre unos y otros.

Soy facha porque no me creo al Sr. Pujol, ni al Sr. Mas, igual que no me creo a la mayoría de los políticos, sean del partido que sean; porque los equiparo y me da igual criticar a los de un lado y a los de otro. Porque no me creo que la actitud del Sr. Mas y de Convergència hubiera sido la misma que la que han tenido en el caso Pujol si el sujeto hubiera sido el Sr. Rajoy, el Sr. Matas o el Sr. Fabra. Y viceversa. Soy facha porque estoy harto de la manipulación infligida a la masa del pueblo catalán, para conducirla a las urnas con la papeleta en la mano cual rebaño de borregos, previa implantación durante años, claro está, de la demagógica doctrina del “Cataluña y todo lo catalán, sí; España y todo lo español, no”. Ojo, y digo manipulación de la masa (manipulación que se produce en todas las votaciones y por parte de todos los partidos), porque no meto en el paquete a los independentistas que te saben argumentar su postura – respetable como la que más – sus creencias y su ideología con algo más que el borreguil “España nos roba”. Que de éstos los hay, y muchos; pero fuera de la masa, a la que respeto mucho menos en este sentido. Y por eso, y por muchas cosas más que harían este artículo interminable, resulta que soy un facha. Y poco catalán. Y yo sin saberlo. Es más, creyendo todo lo contrario. Pero claro, si me lo dicen los abanderados de la democracia, el respeto y la pacífica convivencia, los partidarios de un diálogo en el que el punto de partida (referéndum) ya lo presentan como innegociable, será que deben tener razón. Al menos, si ellos lo dicen, así lo pensará también la masa.